Dada la carga histórica del lugar y la potencia iconográfica y simbólica de la edificación actual, se hace necesario la indagación meticulosa de su pasado y presente. Se parte del entendimiento del uso histórico de la edificación y de su peculiaridad en la forma de ser representado y descrito por artistas y clientes habituales, para dar paso a una arquitectura que lo redefina sin confundir su esencia primaria “El Baile”.

El CAN-CAN baile característico de este tipo de lugares en épocas posteriores y que hoy en día hace parte de la memoria colectiva del lugar, nos seduce mediante múltiples representaciones pictórica (Toulouse Lautrec) y relatos de poetas y escritores. Partiendo de esto se hace indispensable plasmar mediante la arquitectura  el movimiento, esbeltez y sensualidad de esta presentaciones artísticas.

La propuesta busca insinuar rasgos de estas practicas mediante la inclusión de  piernas como columnas entrecruzadas y faldas mediante movimientos en los cielos rasos y detalles en la fachada. Todas estas características que si bien no son del todo formales si tienen referencia y analogías muy directas.  Estos efecto se resaltan con mas fuerza  por medio de la elevación de primera planta, conformando el espacio para el museo y la doble altura para el hall de acceso.

El observador se vera ligeramente seducido por una escalera principal, que atraviesa el edificio se manera tajante y que tiene su razón en las vestimentas propias del CAN-CAN. La escalera es esbelta y ligera a la vista y da la ilusión de no tener fin, encontrando como limite único el firmamento.

El recorrido por la edificación debe ser libre y espontaneo, divertido y potente, dado el carácter de lo que contiene. Generando sensaciones de asociación  simbólica tanto en transeúntes, como visitantes. Para esto se decide manejar la iconografía del molino, mediante la fachada, la cual sirve de contendora de la actividad hacia el interior de la edificación y hacia el  exterior  como emblema y balance del paisaje habitual de la calle principal.